domingo, 23 de febrero de 2014

Del Paraíso a la profundidad de las Tinieblas

Paso la última página y con ella dejo atrás las calles de París, las sedas y el bullicioso despertar del siglo XX. El temido y a la vez esperado final ha llegado ya. No queda si no el leve aroma de un perfume embriagador que lentamente se va desvaneciendo. Dediquémosle un merecido homenaje. El mismo duelo que ofreceríamos a ese amigo que, tras largas horas de mutua compañía, se marcha lejos. Quizás vuelva un día a nuestro lado y juntos recordaremos las aventuras compartidas, quizá no vuelva nunca, olvidado en el fondo de una estantería. 
Miro el libro por última vez, saco el marcapáginas, amigo común, perro fiel que permanecerá a mi lado.  Las voces de Denise y Mouret se tornan cada vez más lejanas y con ojos ávidos de nuevas aventuras recorro, uno a uno, el resto de los libros de la estantería. 
Soy como un niño glotón  ante el escaparate de una confitería. Los quiero todos y solo puedo tener uno, al menos de momento. Busco, recorro cada uno de los títulos hasta que, por fin, uno me mira fijamente a los ojos invitándome a entrar. 
Las puertas del infierno se abren lentamente... ya no puedo volver atrás.

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